Me atrevo a decir que la gran mayoría de los productos que tienen son hechos por ellos mismos, caseros 100%. Hay para todos los gustos.
Lo mejor de todo es que hay elaboraciones SIN azúcar y caseras también, que es lo raro. Están buenísimas y pueden llegar a parecerse a los típicos dulces.
Elaboran gran variedad de panes de todas las clases y aptos para intolerantes. Los rebanan en el momento, crujientes y naturales.
Hacen encargos de todo tipo (bizcochos, tartas, galletas…) pero tienes que pedir con tiempo. Con un solo día de antelación pedí un bizcocho, no me lo pudieron hacer porque no quedaba harina, se les olvidó llamarme e hice un viaje de media hora para encontrarme con la sorpresa. Importante remarcar para cuando queréis el encargo.
Tienen cuatro o cinco mesas para comer allí. El local es bonito pero está algo descuidado, sobre todo el aseo, la mayoría de veces sucio y nunca hay papel ni jabón.
Todo está muy rico y el servicio es agradable. La estrella que el falta es porque solo son dos chicas y tardan en atenderte y el precio es algo elevado. Aún así, merece la pena ir.
No es un café de especialidad pero limpian el porta antes de hacerte el café.
Hacen tostadas por las tardes.
Tienen variedades de pan que están muy ricos, junto a los bizcochos.
Yo casi siempre me llevo uno de centeno con pasas que está muy rico.
El local es pequeñito pero muy acogedor, si tienes suerte puedes pillas sillón. Aunque casi siempre hay alguien que pasa a comprar algo para llevar.
Las chicas de la tarde son muy majas.
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